La expansión de los “centros de
interpretación” ha provocado la desvirtuación de su término, pues esta
disciplina recibe el nombre de Interpretación ambiental o del Patrimonio. En
lugar de centro de interpretación se ha pensando en usar otros términos que son
más cercanos al público, como por ejemplo: centros de visitantes, de recepción,
de acogida, de información, etc…
Cuando interpretamos el patrimonio
lo que realmente estamos haciendo es descifrar el lenguaje técnico, puesto que
los vestigios del pasado se les suele dotar una complejidad, por lo que esa
traducción tiene como objetivo principal el hacer que la información del
patrimonio cultural sea de fácil entendimiento para todos los visitantes, ya
que hay que tener en cuenta de que no se ofrece la información a un solo tipo
de público, sino a varios por lo que debemos tener en cuenta que existen
múltiples públicos en los que nos encontraremos con personas que no están
especializados en este ámbito, o que no tienen ningún tipo de idea sobre el
patrimonio, y estas personas pueden ser turistas, domingueros, y demás. En
definitiva nos referimos a los visitantes. Por lo tanto, debe hacerse una
comunicación dinámica, la cual tendrá lugar en el mismo centro.
Hay que tener en cuenta que la
interpretación es un instrumento que nos sirve para comunicar, y que a su vez
compagina elementos creativos, técnicos, que son usados para comunicar algo en
relación al centro visitado, y es el guía del centro el que mejor puede
realizar este propósito puesto que posee la formación adecuada para tal
cometido. El equipamiento tecnológico del centro es un añadido más, pero la
información que nos proporciona está por así decirlo en un escalón por debajo a
la información transmitida por el guía, puesto que como dije anteriormente no
existe un solo público, por lo que la adaptación del guía al variado público
supone una ventaja más respecto a lo tecnológico.
Destacar que el autor Jorge
Morales Miranda coincide en un aspecto con la autora Carolina Martín Piñol,
pues comenta que los centros de interpretación que conoce no son entretenidos,
poniendo en evidencia la falta mejorar las estrategias de los centros para
facilitar la comprensión de lo que se quiere transmitir, y así de esta forma
acercarse al visitante para cumplir un requisito fundamental dentro del
Patrimonio Cultural, que no es otro que la rentabilidad social, y en este
sentido estoy totalmente de acuerdo con el autor en que sería positivo que los
centros implantasen en sus estrategias algunas técnicas de comunicación, como
las evaluaciones para así poder comprobar si la información dada ha tenido un
efecto positivo en los clientes.